jueves, 22 de abril de 2010

Un Dragón sobre el agua


HOY PUBLICO UNA COLABORACIÓN DE ANA LOIS ,COMO PODEIS COMPROBAR EN EL TEXTO ,ES UNA BUENA AMIGA . ESPERO QUE OS GUSTE.

"Cierra los ojos y siente el mar". Manolo Pastoriza agarró mi kayak y me tuvo así un rato, con los ojos cerrados, notando como el mar te arrulla, percibiendo su ritmo cíclico. "Cuenta las olas... una, dos, tres... Luego, calma".

Sentir el mar. Es la diferencia entre los que cojemos un kayak para entretenernos y los que han nacido para navegar. Solo con un hombre así, que acepta con humildad la enseñanza de las olas, una principiante puede atreverse a asomarse al océano y además disfrutar de las vistas.

Las Rías Gallegas son un refugio extraordinario durante los temporales. Su abrigo nos permite navegar en kayak practicamente todo el año. Por eso muchos que vivimos en esta costa nunca paleamos en mar abierto.

Hace unos días salí por primera vez al océano. Estábamos Manolo Pastoriza, Yoli, David Carro y yo. Partimos de la playa de Vilariño (Cangas do Morrazo) y navegamos por la ría de Aldán, que ese día estaba especialmente tranquila. Es un espacio que conocemos, una ruta que hicimos muchas veces. Pero fuimos más lejos que nunca. Doblar Punta Couso fue emocionante. Tenía ganas de saltar en el kayak y acabé agitando la pala y gritando... !Es la primera vez que llego aquí !



De todas formas ese fue un asomarse tímido, como aquel que espía detrás de una puerta para saber si el camino está despejado de enemigos. Quizás porque teníamos Cíes y Ons a la vista no me daba la impresión de estar en alta mar.

La segunda vez fue la realmente especial. Pensábamos salir de la playa de Liméns (en Cangas do Morrazo) y hacer una ruta corta, quizás hasta el arenal de Barra. Pero desde ese punto las Cíes se ven fantásticas y no pudimos resistir la tentación... Así que tomamos rumbo a las islas. Cinco aventureros cargados de bocadillos de calamares: Manolo Pastoriza, nuestro mejor guía, Yoli, la mujer que pone las dos manos en el fuego por él, Miguel y Mariló, dos vidas marcadas por el ir y venir de los barcos, y yo, que le llevo al mar mis tempestades para volver a casa con su calma.

Antes de cruzar el canal norte, encontramos una gaviota muerta por un anzuelo y Manolo sacó una foto denuncia. El mar estaba como un plato y tenía un verde delicioso.

Llegué cansada a Cíes. El mar y yo aún nos conocemos poco y todo supone un gran esfuerzo. Estrenaba mi primera pala groenlandesa e iba suplicándole que dejase de chapotear.

Me conformaría ese día con quedar en la primera playa. Pero nuestro guía nos propuso asomarnos al océano. Pocas ocasiones tendríamos de encontrar un tiempo tan bueno.

Valió la pena, claro. Cuando llegamos a Punta Cabalo la emoción me sacó el cansancio de golpe. En ese momento quería rodear las tres islas. Porque la costa oeste de Cíes es impresionante, con enormes acantilados y cuevas arañadas por el mar en la roca. Pero también porque desde ese lugar el océano nos pareció diferente. Más Inmenso aún. Las gaviotas dejaban que el mar las meciese. Las vimos jugando despreocupadas. Y nosotros nos sentimos un poco más pequeños.



En ese momento, aprovechando que un barco de vigilancia vino a hacernos compañía y que las condiciones de seguridad eran buenas, Manolo Pastoriza se concedió dos minutos de relax. Lo vimos desafiar las rompientes, jugar con las olas cerca de unas rocas, desaparecer bajo el agua, esquimotar, hacer varios apoyos...Lo perdimos de vista dos segundos y lo vimos resurgir feliz entre las olas como si el mismo fuese parte del mar.





Después volvimos al lado este de la isla para comer y descansar. La playa de Figueiras no tenía ni pisadas de gaviotas. Comimos, nos reímos, jugamos en la arena que parecía planchada para nosotros. Éramos los descubridores del paraíso y nos hicimos unas fotos a lo Robinson Crusoe.



Cuando volvíamos a Liméns Pastoriza me dice: "esta es la mejor hora, la gente va pensando en sus cosas". Si, todos dejamos lo malo en el mar y volvemos un poco más serenos.

Manolo construye palas groelandesas. Son de las mejores, porque ama el mar y la madera. Le dejé mi pala para que la arreglase. Seguro que la próxima vez ya no chapotea. Yo venía pensando en eso y conté mal las olas al desembarcar. Pero no importa, porque me reí mucho. El día estaba a punto de acabarse.

Fijaos. Cuando el sol se pone en un día claro, detrás de Cíes se ve un enorme resplandor rojo. Hay justo un momento en el que las islas parecen un dragón sobre el agua.

4 comentarios:

  1. He disfrutado con el artículo de Ana y con las fotos. Muy bien escrito y con mucho afecto a las personas y al kayak.

    Espero que nos conozcamos próximamente en El Rompido (Huelva)

    Un cordial saludo para Ana y para ti.

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  2. Bravo Ana.
    Eso son amigos y experiencias vividas.
    pronto juntos biscaremos ese Dragon y lo calbagaremos todos juntos :-)

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  3. Estupendo el texto y estupendas las fotos. Es de los relatos que dejan a uno con una envidia irremediable de no haber estado también allí.

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  4. Acabo de leer el artículo y me he sentido como si os hubiera acompañado. Precioso.

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